lunes, 22 de agosto de 2011

De eso no se habla. URUGUAY.

De eso no se habla.
Por SANTIAGO TRICANICO – Agosto de 2011
PERIODISTA y ESCRITOR -URUGUAY
(Integrante de Profesionales Latinoamericanos/as contra el Abuso de Poder).
http://www.kaosenlared.net/noticia/179993/uruguay-de-eso-no-se-habla
 
Las jerarquías católicas españolas ante la visita del Papa Benedicto XVI, han demostrado su amplio malestar ante los avances laicistas de esa sociedad. Muchos de ellos deben maldecir que el 23 de febrero de 1981 fracasara el golpe de estado del teniente coronel Tejero, porque de haber triunfado se volvía a la España franquista de la "cruz" y la "espada" y laicidad solo sería una quimera que perseguirían los ateos, marxistas, masones y demás "deudos". Volvemos siempre a las viejas prácticas eclesiales de "demonizar" aquello que permita a la sociedad acceder a las libertades irrestrictas.
También volvemos a decir por no sé  cuantas veces, que la Iglesia esconde y minimiza el tremendo problema del abuso de menores. No estamos ante algo puntual sino ante las consecuencias de sus graves errores estructurales. Encubrir sus delitos es una práctica cotidiana en las diócesis católicas y, como muestra "basta un botón", recordemos en Argentina el caso  del cura salesiano Julio  Grassi, aún libre luego de haberse comprobado los abusos en contra menores y con el total silencio del cardenal Bergoglio y sus Obispos de la "barra brava" eclesial argentina.
La "Santa Madre Iglesia" jamás vinculo el ejercicio de la sexualidad con la felicidad o el bienestar, siempre los ligó y sin razón alguna, al aborto, la prostitución y a las desgracias sociales, salvo que se actué bajo la órbita eclesial desde el matrimonio heterosexual y con la bendición y aprobación de los "ministros" de dios sobre la tierra. O como dirían algunas de mis queridas tías abuelas "tanas" como "dios manda". Con tanto dogma y obligaciones, la Iglesia Católica se olvidó durante cientos de años de modificar el derecho canónico que obliga a perdonar y encubrir los delitos del clero, tal como reza el título de la película "De eso no se habla".
El problema fundamental no reside en que haya curas que abusen de menores, sino que el Derecho Canónico vigente, así como todas las instituciones del Papa y de la Curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos y a proteger a los curas delincuentes. En consecuencia, los cardenales, obispos, y el propio gobierno vaticano practican con plena conciencia el más vergonzoso de los delitos: el encubrimiento. Desde el punto de vista del Derecho Internacional, las leyes y procedimientos de las autoridades de la Iglesia Católica a este respecto todavía se adjudican un poder, incluso internacional, que busca  salvaguardar los intereses de la institución y sus representantes , manteniéndole al margen de las leyes legítimas y de los procedimientos judiciales de los estados.
La pregunta es: ¿sÍ los obispos y cardenales son los encargados de interpretar y aplicar tales leyes, pero también encontramos casos en los que ellos mismos han abusado de menores y se han protegido mediante  sus mismas leyes, quién y cómo va a controlar al controlador?.
En efecto, se trata de un fuero interno sumamente peligroso para la sociedad,  que no podemos seguir aceptando ni para la Iglesia Católica ni para ninguna institución religiosa. Resulta imperioso revisar el significado de la autoridad religiosa en relación a los delitos que pueden cometer en materia de derechos humanos.
Usar  como  objeto sexual a un menor, ya sea mediante la violencia, el engaño, la astucia o la seducción, supone ante todo y por encima de cualquier opinión un delito. El encubrimiento de los abusos sexuales por parte de la Iglesia Católica, viola los derechos humanos, vulneran la dignidad y los derechos fundamentales de la persona y cuestionan la naturaleza misma de la Iglesia en el mundo y el papel de sus autoridades. Volvemos al título: "De eso no se Habla".

domingo, 21 de agosto de 2011

Pecado de lesa laicidad. ESPAÑA.

Pecado de lesa laicidad.


Por Juan José Tamayo. (*)
Madrid. España.
La visita de Benedicto XVI a España del 18 al 21 de agosto con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), nueve meses después de la realizada a Santiago de Compostela y  Barcelona, demuestra la importancia estratégica que el Papa concede a España en el conjunto del catolicismo mundial para el desarrollo de su programa de restauración de la cristiandad.
El viaje de noviembre pasado no logró el objetivo previsto, que era la presencia multitudinaria en torno a la figura del Papa como baluarte de un catolicismo beligerante con la modernidad, el laicismo, la progresiva secularización de la sociedad española y el avance de la increencia, sobre todo entre la juventud.
Esta es una Iglesia muy distinta de la que predicó Jesús de Nazaret y de la que impulsó el Vaticano II. Pero el relativo fracaso del viaje anterior, lejos de disuadir al Papa y a los obispos españoles de repetir la experiencia, ha servido de acicate para intensificar los trabajos de propaganda y movilización de todos los sectores católicos para participar en la JMJ, cuya convocatoria no se circunscribe al territorio español, sino que se dirige a todo el orbe cristiano.
El viaje se ha organizado en torno a la idea de la religión como espectáculo, representación teatral, fenómeno de masas y culto a la personalidad del pontífice, sin apenas componente religioso y espiritual, ni horizonte alternativo y transformador, ni dimensión mística y liberadora, que constituyen la verdadera naturaleza de la religión.
Recuerdo a este respecto el relato del primer libro bíblico de los Reyes sobre el profeta Elías. Tras 40 días y 40 noches vagando sin rumbo, el profeta llega al Monte Horeb y entra en una gruta donde pasa la noche. Dios le pide que salga de la cueva y permanezca de pie en la montaña porque va a pasar Él.
Primero vino un viento fuerte e impetuoso, pero Dios no estaba en el viento. Luego pasó un terremoto, pero Dios tampoco estaba en el terremoto. A continuación apareció un fuego, pero Dios no se encontraba en el fuego. Por fin llegó el susurro de una brisa suave, y ahí sí se encontraba Dios (1Re 19,9-14). ¿Se encontrará Dios en los actos de papolatría de la JMJ?
Estamos ante un modelo de Iglesia muy distinto del movimiento igualitario de hombres y mujeres que puso en marcha Jesús de Nazaret y muy alejado de la revolución copernicana del Vaticano II que definió a la Iglesia como misterio, pueblo de Dios y comunidad de fe solidaria con los gozos y esperanzas, tristezas y sufrimientos.
Entre los actos programados figuran todo tipo de celebraciones religiosas: vía crucis, misa en privado en la Nunciatura, confesiones, misas multitudinarias; encuentros con seminaristas, con profesores universitarios jóvenes, con religiosas jóvenes (a quienes se les exige llevar hábito); reuniones con el Rey y el presidente del Gobierno; comida con los cardenales y obispos de Madrid; visita a un centro de discapacitados.
Pero no figuran encuentros, por ejemplo, con los "indignados" del 15-M, con los jóvenes desempleados -alrededor del 44% de la juventud española-, con los inmigrantes, con las mujeres maltratadas, con los desahuciados, con los vecinos de la Cañada Real, con los cristianos y cristianas de base, etcétera.
¡Otra ocasión perdida para compartir las esperanzas y los sufrimientos de los sectores más vulnerables de la sociedad y hacer realidad la opción por los pobres!
La preocupación fundamental de los organizadores se centra en conseguir la asistencia del mayor número de peregrinos venidos de todo el mundo para aclamar al Papa: un millón, millón y medio, dos millones...
En eso va a residir el éxito o el fracaso del viaje. ¿Qué diferencia existe entre estas concentraciones y las de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado en pleno nacionalcatolicismo?
Unas y otras tienen el mismo espíritu y responden a similares objetivos: la reconquista católica de los sectores alejados de la fe y la ocupación confesional del espacio público, por ejemplo, la colocación de más de 200 confesionarios en el parque del Retiro, el vía crucis en la plaza de Cibeles, así como la misa y la vigilia de oración en el aeródromo de Cuatro Vientos.
Hay, con todo, una diferencia no pequeña entre aquellas manifestaciones y las actuales: vivimos en un nuevo escenario cultural, político y religioso; la religión católica tiene que respetar la laicidad del espacio público y vivir en la sociedad secularizada, como dijera Bonhoeffer, "etsi Deus non daretur", como si Dios no existiera, sin las condiciones de plausibilidad que en épocas pasadas prestaban el Estado y sus instituciones al catolicismo, al menos aquí en España durante el franquismo.
Pero al llegar aquí me asalta una duda y me surge un interrogante: ¿en realidad se ha producido ese cambio de era al que me refería antes en el terreno político-religioso en nuestro país?
Yo creo que no, y a los hechos me remito. Las diferentes Administraciones públicas, sean municipales, autonómicas o estatales, se postrarán de hinojos a los pies del Papa, y las instituciones educativas, sanitarias, policiales, culturales, urbanísticas e incluso militares se podrán a su servicio durante los días de la visita. ¿No es esto incurrir en un "pecado de lesa laicidad"? + (PE)
(*) Juan José Tamayo, teólogo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, autor de "Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo", RBA, Barcelona, 2011.
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martes, 16 de agosto de 2011

Las cuentas de la iglesia. ESPAÑA


El 'Anuario de la Laicidad' revela los privilegios del clero
JESÚS BASTANTE MADRID 31/05/2011
Miles de millones en donaciones, subvenciones, impuestos, cesión de terrenos y otros privilegios, sin explicaciones y en mitad de una absoluta opacidad. Así son las cuentas de la Iglesia católica en España, según recoge el Anuario de la Laicidad en España 2011, de la Fundació Ferrer i Guàrdia, que hoy se presenta en el Ateneo de Madrid.
"Es preciso denunciar la falta de transparencia de las instituciones públicas sobre las cifras", apunta el estudio, que denuncia cómo no existe ningún documento que acredite, a nivel global, la suma total que se embolsa la Iglesia de las arcas públicas, y ni siquiera en ámbitos como la educación; el gasto en hospitales; el sueldo de curas castrenses o las ayudas a su patrimonio histórico-artístico. Nadie sabe, a ciencia cierta, cuánto dinero recibe la Iglesia del Estado, bajo qué conceptos, y mucho menos en qué lo gasta.
La Iglesia recibe del Estado más de 7.000 millones de euros, según el informe
Pese a ello, y tras más de 18 meses de trabajo, el estudio sostiene que, al menos, el conjunto de la financiación directa del Estado a la Iglesia católica asciende a más de 7.000 millones de euros, "a lo que habría que sumar las exenciones de impuestos de los que gozan ella y sus donantes". Así como la financiación de otros "grandes eventos", como la Jornada Mundial de la Juventud de agosto con una aportación pública de más de 50 millones de euros, o las recientes visitas del papa a Barcelona y Santiago. Estas cifras no están muy alejadas de las planteadas por Europa Laica, que cifraba en más de 10.000 millones de euros la financiación estatal a la Iglesia, y en las antípodas de lo expresado por la Conferencia Episcopal, cuyos responsables aseguran que la Iglesia "ahorra miles de millones al Estado" con su labor social y asistencial.

Separación Iglesia-Estado

Por otro lado, según los responsables del estudio, en el que han colaborado expertos de primera talla, algunos católicos practicantes, como el sociólogo Javier Elzo o el teólogo Evaristo Villar, "la separación efectiva entre el Estado y la Iglesia católica" sigue siendo, 30 años después de la llegada de la democracia, "una de las asignaturas pendientes de la Transición española". "Cuando hablamos de laicidad señala el informe hay que tener muy presente que, entre otras cosas, estamos cuestionando privilegios y prebendas que la Iglesia católica ha conseguido mantener desde el régimen franquista". "Se trata prosigue de intereses políticos y económicos tan poderosos que dificultan enormemente poder hablar de ello desde una posición reflexiva y a menudo unas posiciones radicalizan las demás y el entendimiento se hace prácticamente imposible".
Tres de cada cuatro españoles creen que el clero tiene excesiva influencia
Y eso que tres de cada cuatro españoles, según el estudio, creen que la Iglesia católica tiene demasiada influencia en las decisiones políticas, sociales y de igualdad que se toman en España, y achacan este omnímodo poder a una "legislación obsoleta" que tiene en la Constitución y en los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979 (pero negociados antes del texto constitucional) los anclajes de los ingentes privilegios con los que cuenta la institución eclesiástica.
Y eso por no hablar de su influencia: "Hoy la Iglesia mantiene intacta gran parte de su influencia política, económica y mediática en la sociedad española y la utiliza a través de su Conferencia Episcopal tanto como puede para intentar determinar la moral pública y la legislación del país", constata el Anuario.

Crispación y radicalización

Según sus autores, esta influencia lleva a la "crispación y radicalización de sectores ultraconservadores y nacional-católicos integristas" ante leyes como la ampliación del aborto, la Memoria Histórica, el matrimonio homosexual o la reforma educativa, llegando incluso a pedir la excomunión de los políticos que votaran a favor, lo que denota un "clericalismo excesivo" que el Estado laico tendría que acotar de alguna manera.
También se critica con virulencia "la asistencia de las autoridades civiles a los actos religiosos", que, según el documento, "es totalmente contraria al principio de neutralidad del Estado". 
El camino del activismo laico
Moral y vida pública
El informe destaca que el activismo laico en España se presenta como "una oportunidad de gran alianza para la emancipación" del todavía persistente nacionalcatolicismo. Así, indica que las organizaciones de defensa de derechos sociales "no conseguirán sus objetivos si las religiones mantienen su capacidad de imponer su moral privada como ética pública". La Fundación Ferrer i Guàrdia insta a un "trabajo compartido" entre las ONG para "fraguar alianzas" en pos del Estado laico.

viernes, 12 de agosto de 2011

Visita del Papa a ESPAÑA, por Ismael Serrano.

Habemus Papa

Decía mi abuela “una misa no hace daño a nadie” cuando, habiendo fallecido un amigo de mi padre, pedía que se celebrase una por el difunto en la iglesia de su pueblo, aunque éste no hubiera pisado lugar más santo que los bares en los que había brindado con mi viejo. No sabía mi abuela por entonces, claro, del coste de la misa que el Papa va a celebrar en Madrid a propósito de las Jornadas de la Juventud convocadas en mi ciudad.

Dicen que al Estado no le costará nada, que sólo reportará beneficios para la capital, pero lo cierto es que entre la cesión de los espacios públicos (colegios, polideportivos), el trabajo de los funcionarios, las exenciones fiscales a las empresas patrocinadoras y otras cosas (como el traslado de los papamóvil en un avión Hércules del ejército español) los contribuyentes aportaremos cerca de 30 millones de euros para sufragar la visita del Papa. Que por cierto no viene como Jefe de Estado sino como autoridad máxima de la Iglesia, para evangelizar a la descarriada España, víctima del azote laicista que sufre occidente.

Más allá de este gasto, la propia Iglesia ha reconocido que el coste de las jornadas y de la visita serán de entre unos 47 a 54 millones de euros, según declaraciones del propio obispo auxiliar de Madrid.

La ayuda del Estado español mandada a Somalia, que sufre una hambruna aberrante, es de 25 millones de euros.

Respeto profundamente las convicciones religiosas de cada uno. Admiro el trabajo de aquellos que, movidos por su Fe, sacrifican su tiempo y sus vidas intentando paliar el sufrimiento ajeno, poniéndose del lado de los excluidos, de los que menos tienen. Muchos de ellos pertenecen a la Iglesia Católica. Es por ese respeto que me parece totalmente indispensable la separación definitiva del Estado y de la Iglesia. Y es por esto que considero lamentable que el dinero de los contribuyentes se emplee en unos actos de estas características, en tiempos tan difíciles como los que nos tocan vivir.

La Iglesia católica también tiene sus indignados y son muchos los que tratan de hacerse escuchar enfrentándose a una jerarquía que se ha alejado de sus feligreses. Se llenarán las plazas jaleando al Papa, pero las parroquias se van quedando cada vez más vacías.
Desde el otro lado del océano observo como se desarrollan los acontecimientos en mi ciudad. Aquí, en Argentina, ponemos una cinta roja en un altar del Gauchito Gil, bandolero bueno, santo pagano, para que nos proteja en la carretera, pegamos una estampa de Osvaldo Pugliese, pianista militante, otro santo que espanta la mala suerte, en las fundas de nuestras guitarras, hay quien le pide a Rodrigo, cantante de cuarteto, que le cure el alma y quien le suplica a la Pachamama para que el invierno no nos maltrate. Yo le rezo a mi amada y venero su rostro, dulce, ferozmente, bebo del breve hueco de sus manos la savia sagrada que cura el olvido, cuento las pecas de su cara como los misterios de un rosario. Brindo por el futuro mientras observo a lo lejos mi ciudad y su imagen, trémula por el calor que se eleva desde el horizonte, me trae recuerdos de los amigos, abrazos solidarios, fotos de la familia y rumor de tormenta.

sábado, 6 de agosto de 2011

La libertad religiosa en ARGENTINA


Acerca de la ley de libertad religiosa

Fuente: http://www.argentinalaica.org/index.php?option=com_content&view=article&id=4:acerca-de-la-ley-de-libertad-religiosa&catid=10:ensayos-y-opinion&Itemid=9
Los resguardos jurídicos a la libertad religiosa en Argentina son de larga data. Sus orígenes se remontan a 1825, cuando un tratado firmado con Gran Bretaña garantizó  a los ingleses el libre ejercicio de su culto. El Congreso Constituyente de 1853, dispuesto a facilitar la radicación de contingentes inmigratorios de múltiples países europeos, portadores de culturas, religiones y lenguas diversas, contempló la libertad de culto en el artículo 14º de la Carta Magna. Desde entonces, la normativa, ratificada en la reforma de 1994, protege el derecho de profesar libremente el culto. Complementariamente, nuestro país es signatario de diversos tratados internacionales que gozan de status constitucional y que hacen referencia a la libertad de conciencia como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Por lo recién expuesto, no se observa la necesidad de crear una ley de libertad religiosa. El proyecto de Ley propuesto por la diputada Cynthia Hotton recopila iniciativas similares anteriores y reafirma las prescripciones constitucionales en la materia. Pero le otorga al Estado la discutible atribución de definir cuál práctica es religiosa y cuál no lo es. En realidad, al poder público le compete tutelar por el derecho a la libertad de conciencia y de religión indicado en la Constitución Nacional, pero no es de su competencia definir qué es una religión.


En sus contenidos, el proyecto incluye una legítima reivindicación de las iglesias evangélicas: la creación de la personería jurídica de objeto religioso que les permitirá inscribirse en la Inspección General de Justicia bajo esa figura en lugar de asimilarse a una sociedad de fomento o un club de fútbol como ocurre actualmente. En otro orden, la propuesta legislativa promueve “la libertad y la igualdad religiosa de las personas y de las entidades religiosas”, pero acto seguido, reconoce el diferente status jurídico de la Iglesia Católica.

En todo caso, las asignaturas pendientes en materia de legislación religiosa pasan por introducir reformas que promuevan una mayor igualdad entre los cultos y por la derogación lisa y llana de la Ley 21.745, aprobada en los tiempos de la dictadura militar. Esta normativa impone como condición previa de actuación en el territorio nacional de todas las iglesias y comunidades religiosas distintas a la Iglesia Católica Apostólica Romana, la inscripción y el reconocimiento por parte del Estado Nacional. Inscripta en el marco ideológico de la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, su espíritu estaba asociado al control de las manifestaciones religiosas que eran visualizadas como “disidentes”. En realidad, la instauración de un registro para los cultos no católicos no era ajena a las políticas de control y a las acciones de persecución de todo aquel “diferente”.

México y Brasil son dos ejemplos cercanos en los que no hay ley de libertad religiosa y, sin embargo, sus instituciones e individuos gozan de las más amplia libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.

Finanzas de la fe católica. ARGENTINA.

Cómo se financia el partido de la fe católica
Escrito por Eduardo Blaustein Lunes, 19 de Julio de 2010
Fuente: Miradas al Sur
Los diferentes fondos públicos con que cuenta el culto católico para su funcionamiento en el país superan los 2.500 millones de pesos anuales.
Tras la sanción de la ley de matrimonio igualitario, durísimo golpe contra la presunta autoridad espiritual de la Iglesia sobre los asuntos terrenales de los argentinos, el tema del dinero invertido por el Estado en el sostenimiento del culto católico y/o en su inmenso sistema de colegios confesionales es una discusión que aguarda algún escenario mediato. Con dos mil años de comunicación y propaganda a cuestas las autoridades eclesiásticas tienen perfecta conciencia del asunto. De hecho se vienen anticipando al debate con cálculos como el que todavía hoy pueden leerse en la web del Plan Compartir de la Conferencia Episcopal Argentina, en la que se asegura que en 2007 el Estado dedicaba “una partida de sólo 17.323.913 pesos” para el sostenimiento de la Iglesia, lo cual apenas “representa el 0,014% del total del Presupuesto Nacional”. Así como los documentos de trabajo eclesiales llegaron a sostener más o menos que los homosexuales son proclives a convertirse en hombres lobo, el número es un recorte falaz. En 2010, el dinero derivado al sostenimiento de la Iglesia se incrementó a 35.868.353 pesos. Pero esa cifra es ínfima si se toman en cuenta el dinero estatal que van a las escuelas confesionales, hasta redondear un monto estimable en bastante más de 2.500 millones de pesos anuales.
Consultado por Miradas al Sur , Guillermo Olivieri, titular de la Secretaría de Culto de la Nación –organismo responsable de pagar el sueldo de los religiosos– informa que la partida que recibe esa cartera del Presupuesto nacional asciende a 32 millones de pesos anuales. Desde el sitio oficial de esta Secretaría, se informa que se asignan “por medio de sus diócesis y otros organismos, en concepto de sostenimiento del culto que incluye la colaboración económica para visitas ad limina , sínodos, conferencias regionales y viajes en cumplimiento de acciones pastorales”. También se destinan a una red de “437 institutos de vida consagrada inscriptos, que actúan a través de 4.500 casas y obras apostólicas existentes en todo el país”.
En el desagregado sobre el destino de esos fondos se hace mención a “Asistencia Financiera/Culto Católico”, dinero que va a 122 arzobispos y obispos, 1.600 seminaristas y 640 sacerdotes. El sueldo de un arzobispo, actualmente es de 8.200 pesos. Sin embargo, Olivieri precisa que “debería ascender a 13.000 pesos”, por ser el equivalente al 70 por ciento de un juez nacional de primera instancia. Sin embargo, los purpurados, amén de sus discursos en torno de la equidad y los pobres, no pagan impuestos, no tienen cargas sociales, no aportan a Ganancias ni a la jubilación.
Jorge Horacio Gentile, un ex diputado demócrata cristiano y docente de las universidades Nacional y Católica de Córdoba, explica que los dineros del Estado van también a parroquias de frontera o zonas desfavorables, a jubilaciones graciables para sacerdotes (las pueden cobrar Antonio Basseotto, Christian Von Vernich o Juan Carlos Maccarone, el obispo echado de Santiago del Estero presuntamente por sostener relaciones non sanctas para la Iglesia), o a pasajes para obispos, sacerdotes y agentes pastorales. En cuanto a los curas de parroquias, el secretario de Culto de la Nación aclara que no cobran, excepto los de frontera.
Lo poderosamente llamativo es que la asignación de estas partidas deviene de tiempos en los que reinaba la paz social, primaban el diálogo y el consenso. Todas y cada una de las normas relacionadas con los sueldos clericales nacieron de “acuerdos con la Santa Sede” y de leyes surgidas en tiempos dictatoriales: de la Revolución Libertadora al Onganiato y, de allí, al Proceso. Sólo durante la última dictadura fue que se sancionó la Ley 21.540 en 1977 –que fija las asignaciones mensuales vitalicias a arzobispos, obispos y auxiliares eméritos–, además de otras… ¡Siete! leyes que ampliaron el número de curas e instituciones confesionales beneficiadas.
Pero más allá del andamiaje legal que supo conseguir, la jerarquía eclesiástica cita como argumento de base para justificar los fondos que eroga el Estado para solventar su funcionamiento en el artículo 2º de la Constitución Nacional: “El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”.


Recursos pesados. Como se dijo más arriba, lo abrumadoramente sustancial de lo que el Estado invierte en el sostenimiento de la Iglesia no pasa por los casi 36 millones derivados por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (35 millones de pesos fue la primera partida que destinó el Gobierno Nacional en 2009 para financiar un programa de protección de los bosques nativos en las provincias; igual suma invirtió el gobierno de Santa Fe para repavimentar un tramo de la Ruta 4 y construir un nuevo puente sobre el Salado), sino por los miles de millones que van a escuelas confesionales. Desde que en los ’90 se descentralizaron (mal) los recursos, el Ministerio de Educación de la Nación no destina recursos con eventuales destinos a “privada o pública”. Los fondos van a las provincias y éstas deciden su distribución. Hoy, el presupuesto total del Ministerio de Educación es de $17.514 millones (20 mil millones si se incluyen otros programas de gobierno que involucran a las FF.AA. o la construcción de escuelas). A esto se suma la cifra que este año invertirán las provincias: 64 mil millones, de los cuales cerca del 10 por ciento son transferencias a la educación privada.
Cuánto de ese sector de la educación privada representa a las confesionales es un rompecabezas complejo de armar. Pero hay pistas evidentes que permiten rehacer un mapa cercano al real. De acuerdo al relevamiento oficial de 2008, en todo el país existen 9.114 establecimientos escolares privados de los niveles inicial, primario y secundario. De ese total, 3.638 son confesionales, 3.220 no lo son y queda un número de 2.256 establecimientos “sin información”. Si se aplicara una proyección prudente acerca de cuánto de ese 11 por ciento de los 53 mil millones transferidos a la educación privada va a las confesionales, la cifra superaría largamente los 2.000 millones de pesos anuales destinados a colegios religiosos, fundamentalmente para pagar salarios. A ese número hay que añadir un 15 por ciento de lo que el Estado destina a través del Fondo de Incentivo Docente y Compensación salarial –cuyo total es de 3.000 millones de pesos–, que implican 450 millones más.
Como en tantas áreas, ni desde el Estado ni desde la investigación académica abundan cifras definitivas, ciertas y precisas sobre este tema que tradicionalmente incomoda a los funcionarios, incluso a los más progresistas. Hace un par de años Horacio Verbitsky publicó una investigación en la que decía que “la aproximación más confiable indica que el sistema privado consume el 13,5 por ciento de todos los recursos estatales para educación, que en 2006 ascendieron a 24.500 millones de pesos, y la confesional más de la mitad de ese monto, el 7,5 por ciento del total, es decir 1.837 millones de pesos”.
No sólo en términos nominales o por el crecimiento de la inversión educativa a escala nacional, parecería que la cifra actualizada es bastante mayor, hasta superar los 2.500 millones. Más pistas para intentar armar el rompecabezas son las que pueden tomarse de dos distritos tan importantes como el de la provincia de Buenos Aires y el de la Capital (ver subnota en estas páginas). En la Provincia existen poco más de 5.000 escuelas privadas, de las que 1.452 son confesionales y, de nuevo, 1.954 aparecen como “sin información”. Por lo menos hacia el 2008, más de 2.600 escuelas recibían el 100 por ciento del subsidio para pagar salarios docentes, 1.315 recibían el 80, y otras 868 entre el 20 y el 80 por ciento. Estos últimos datos son de una investigación de la periodista Nora Veiras, especializada en el tema educativo. En la gran mayoría de los casos se trataba de escuelas confesionales.
Hasta aquí no entran a tallar los inmensos dineros privados asociados a la Iglesia ya sea por colectas, en depósitos bancarios, asociaciones de empresarios cristianos o complejos sojeros, para lo cual el lector deberá ir a otras páginas de esta edición. Aún así, los números reseñados demuestran lo forzado del argumento de la Conferencia Episcopal Argentina allí donde se dice que “el aporte del Estado a la Iglesia representa el 0,014 % del total del Presupuesto Nacional”. O cuando asegura que “concretamente, el aporte del Estado representa menos del 7% de los ingresos que tiene la Iglesia argentina”, sin mencionar de dónde proviene el 93% restante de una cifra total de ingresos no citada.
El pecado Rivadavia. Los defensores del sostenimiento del culto católico con recursos estatales suelen retroceder casi 200 años de historia argentina para fundamentar el por qué de ese gasto. En palabras del ex diputado Gentile lo que “aparenta ser un privilegio tiene una razón histórica en la cuantiosa confiscación de bienes que hizo el Estado a la Iglesia y a las ordenes religiosas” durante los gobiernos de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia, hacia 1822.
Dos siglos después, tres países cercanos de la católica América latina (Brasil, Uruguay, Chile) no sostienen ningún culto. El gobierno de España firmó un acuerdo con la Conferencia Episcopal Española a través del cual se acabó con la donación directa del Estado y se subieron los aportes voluntarios del impuesto a las rentas, algo que también se practica en Alemania. Difícilmente pueda decirse que la Argentina es un país más católico que Chile o España.
Y si se trata del respeto a una identidad religiosa, habrá que tomar las principales conclusiones de la Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas realizada, entre otros por Fortunato Malimacci y Juan Cruz Esquivel en 2008 desde el Conicet. “Los datos destacan el pluralismo y la diversidad presente en el campo religioso, junto con la preservación de una cultura cristiana”, decía una de las conclusiones centrales de esa encuesta. Lejos de la cifra tirada al bulto de un 85 a 90 por ciento de católicos practicantes que suele manejar la Iglesia, el estudio hablaba de un 76,5 por ciento de la población que se define como católica. Pero de ese porcentaje casi dos tercios, el 61,1 por ciento, “se relaciona con Dios por su cuenta” y no a través de la institución eclesial.
Siempre según la encuesta, en la Argentina existe un 9 por ciento de personas que se declaran evangélicas, mientras que el 11.3 manifiesta ser ateo, agnóstico, o no tener ninguna religión. El 23,3 por ciento no se casó o piensa hacerlo por iglesia. El 76 afirma concurrir “poco o nunca” a los lugares de culto. Según Malimacci y sus colaboradores, se está “frente a complejos procesos de desinstitucionalización religiosa y de individuación de las creencias”.
¿Y el pago de los salarios para los obispos y curas? Según el trabajo, sólo es aceptado por el 27 por ciento de los entrevistados.
Ayuda social. El cálculo realizado en esta nota de los recursos estatales de los que dispone la IglesIa, no incluyen los aportes de Desarrollo Social, que recibe Cáritas. Sin embargo, no se puede desconocer el importante trabajo social que desarrollan curas y religiosos con los sectores más vulnerables. En este punto, según el estudio mencionado anteriormente, la contribución financiera del Estado a esta tarea tiene un amplio grado de aceptación en la población, que llega al 75 por ciento.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El respeto de la laicidad.

DONDE NO SE RESPETA LA LAICIDAD, NO SE RESPETA LA RAZON.

por SANTIAGO TRICANICO
MONTEVIDEO URUGUAY
Entendemos por civilización la conquista, material, moral y espiritual de un medio histórico o geográfico determinado. Por cultura, la toma de conciencia de ésta conquista y más particularmente, la actitud activa y crítica de la inteligencia y la sensibilidad tanto individual como colectiva, por ello, toda cultura implica un humanismo. Para logra lo dicho es necesario mantener el patrimonio cultural de cada civilización mediante una educación permanente como elemento gestor de capacitación de la opinión pública, de comprensión de la problemática social y de participar en las posibles transformaciones. La educación y la cultura son elementos básicos de apertura a toda comprensión, entendimiento, aprehensión de hechos, interpretación de circunstancias , puesto que no es propaganda sino esclarecimiento, y no como lo pretenden aquellos centros que poseen una enseñanza religiosa.

No se trata de cuestionarlo todo como ejercicio de permanente contradicción par entorpecer o favorecer ideas o sectores, sino que la educación, conduce con el mayor acopio de elementos posibles ya fueren técnicos o cientifícos, espirituales formadores de opinión y mentales a las vías de demostración para aceptar o denegar todo aquello que, como protagonista de sus destinos alcanza a los individuos en sí y a la Sociedad. El ser humano, no puede decidirse fácilmente y menos aún con acierto, si además de informado, enterado, avisado de todo acontecer , en uso de su irrestricta libertad de información, no está además, culturizado por el intercambio de elementos docentes y educacionales.

La Laicidad constituye entonces el elemento esencial que ha de aplicarse para considerar las libertades del hombre universalmente consideradas. Y resulta lamentable que no exista una firme convicción de éstos sus méritos en todas las ramas en las que se divide la actividad humana.

La injusticia social, el privilegio, la demagogia la desigualdad social, la limitación a la expresión del pensamiento y a la libertad de información son manifestaciones de las limitaciones a la libertad. La militancia laica debe agigantarse, la realidad que esgrimen las fuerzas del "oscurantismo" no nos toma desprevenidos en nuestra toma de conciencia : Donde no se respete la Laicidad no se respeta la Razón, como arma insuperable para el desarrollo humano.


martes, 2 de agosto de 2011

Opus Dei en ESPAÑA.


La fuerza del Opus Dei

Juan G. Bedoya
 
El Opus Dei está aprovechando el 25 aniversario de su extraordinaria erección como Prelatura Personal para hacer recuento de su fuerza ante la opinión pública. No están en crisis, presumen sus dirigentes, el biólogo catalán Ramón Herrando Prat de la Riva y la economista madrileña Inocencia Fernández, ésta como dirigente de las mujeres de la fundación. Otras congregaciones clásicas no pueden decir lo mismo. Frente a la pérdida de vocaciones entre los jesuitas, por ejemplo -hoy apenas 19.000 en todo el mundo, frente a casi el doble hace poco más de medio siglo-, el Opus suma 87.000 miembros laicos, 10.000 más que en 1982. El 55% son mujeres. La Obra cuenta también con 1.900 sacerdotes. Su objetivo ahora es la conquista de los antiguos países comunistas del Este europeo.
La famosa y polémica fundación de Escrivá goza además de una situación especial en el seno de la siempre rígida Iglesia romana. En el último medio siglo nadie ha destacado tanto como la obra fundada en 1928 por san Josemaría Escrivá de Balaguer (Barbastro, Huesca, 1902-Roma, 1975) con el nombre de Opus Dei. Hace 25 años, Juan Pablo II, que llegó al cargo protegido e impulsado sobre todo por el Opus, concedió a esta fundación el carácter de Prelatura Personal, única todavía en el mundo.
El fundador, ya alzado a los altares, goza también de una predilección especial en la basílica de San Pedro en Roma, el primer templo de la cristiandad: desde hace tres años, una de las imponentes fachadas de este templo exhibe una escultura de Escrivá, de cinco metros de altura.
“Sin miedo ni vergüenza, con el objetivo no de adaptarse al mundo, sino de convertirlo y renovarlo”. Éste es el reto que hace al Opus el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela.
El cardenal lamenta que los españoles no presuman en el exterior de la fuerza de su Iglesia. “Echo en falta que los representantes en el extranjero no hablen sobre las grandes aportaciones que la Iglesia española ha hecho a la Iglesia universal, entre ellas el Opus Dei”, dijo ante los purpurados llegados del Vaticano a Madrid para celebrar el aniversario de la Prelatura, invitados por la Universidad de Navarra. Entre los presentes estaba el cardenal Julián Herranz, presidente emérito del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, y el secretario de la Pontificia Congregación para los Obispos, arzobispo Francesco Monterisi.
La ascensión del Opus Dei a la categoría de Prelatura Personal supuso la culminación del sueño del fundador Escrivá. Hombre de grandes ambiciones, quería librarse de ataduras episcopales porque su fundación, entonces con 70.000 miembros -la inmensa mayoría laicos, hombres y mujeres, célibes o casados-, tenía poco que ver, en su opinión y en la realidad, con los institutos y las congregaciones tradicionales.
“El Opus Dei no era ni podía ser una forma moderna o evolutiva de ese estado de vida consagrada”, afirma el cardenal Herranz, él mismo del Opus. Escrivá pretendió incluso el máximo grado de independencia respecto a los obispos (prelatura nullius), pero debió de conformarse con la “prelatura personal”, una especie de diócesis mundial, también excepcional en el orbe católico.
El Opus no gozó de trato especial con los papas Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, pero fue el movimiento predilecto del polaco Juan Pablo II, más conservador que los anteriores. También gozó de las complacencias del dictador Francisco Franco, que tuvo en ocasiones como confesor a Josemaría Escrivá e hizo ministros a varios de sus seguidores.
Esas estrechas y polémicas relaciones con el poder dictatorial -Escrivá ya estuvo con Franco en los primeros días de la Guerra Civil, en Burgos- no impidió al Opus mantener una gran presencia social y política en los primeros años de la transición y en los Gobiernos de José María Aznar.
El empeño personal de Juan Pablo II por distinguirlo de manera especial tenía que ver con esa ofensiva de rehabilitación cuando ordenó en 1980 que se estudiara con cierta urgencia la posibilidad de subrayar el papel de la Obra con un estatus especial. Quería una decisión antes de viajar a España. Cuando llegó a Madrid el 31 de octubre de 1982, fresco aún el triunfo de la izquierda socialista en las elecciones celebradas tres días antes, el Papa traía bajo el brazo la constitución apostólica Ut sit (Que sea), que convertía al Opus Dei en la primera y todavía única Prelatura Personal de la Iglesia católica.
La última estatua del Vaticano
Juan Pablo II sostenía que, así como el Concilio de Trento se llevó a la práctica por el celo de la Compañía de Jesús -la otra gran fundación española, del vasco Ignacio de Loyola- más que por el celo de los obispos, ahora, aquel octubre de 1982 en que llegaba a una España gobernada con aplastante mayoría por Felipe González, eran los movimientos de laicos como el Opus Dei los nuevos apóstoles del Vaticano II. El Papa polaco dio más muestras de su predilección por Josemaría Escrivá. En un proceso rapidísimo -el segundo más breve en la historia de la Iglesia romana, después del llevado a cabo con Teresa de Calcuta-, lo beatificó el 17 de mayo de 1992, apenas 17 años después de su muerte, y lo canonizó 10 años después, el 6 de octubre de 2002. El Opus sigue siendo una fundación fundamentalmente española, pese a estar presente ya en 64 países. Españoles son 35.000 de sus 87.000 miembros (en EE UU hay apenas 3.000, por ejemplo, y pocos más en Italia o México); españoles, sus máximos prelados, después de la muerte de Escrivá (los monseñores Álvaro del Portillo y Javier Echevarría), y español, sobre todo, el primer impulso y poder, antes de que el fundador decidiera emprender su “romería” a finales de los cincuenta del siglo pasado (”Católico, Apostólico, ¡Romano! Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu romería, videre Petrum, para ver a Pedro”, escribe en Camino, máxima 520), donde se introdujo en los círculos papales hasta lograr el título de monseñor con el apoyo del régimen franquista. Pese al empuje de otras fundaciones, entre otras la del también español Kiko Argüello, los llamados Kikos, que suman cientos de miles de personas, el Opus mantiene la preeminencia del pasado también con el actual papa Benedicto XVI. Se demostró cuando éste acudió a bendecir la instalación de una imponente estatua de Escrivá en una centenaria hornacina de la fachada exterior izquierda de la basílica de San Pedro, un hecho de extraordinaria simbología. El permiso para ocupar tan excepcional lugar en el primer templo del catolicismo lo dio en persona, en 2004, Juan Pablo II, pero Benedicto XVI quiso subrayar con su presencia que aplaudía la idea.
In El País, 23/04/2008

La Mujer en la Iglesia Católica. Desde URUGUAY.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA CATOLICA
"El espíritu gregario es siempre el refugio de los que carecen de dones" 
Boris Pasternak 
La Iglesia necesita incluir en sus análisis, posturas, decisiones la perspectiva de género porque su estructura está marcada por un claro machismo sacerdotal. 
En la Iglesia, la mujer es vista  todavía con una mentalidad muy patriarcal, a pesar de que diversas pastorales hacen mención a las militantes católicas. La pastoral denominada "Del Encuentros con Jesucristo a la solidaridad de Todos" se fustiga abiertamente al machismo clerical. 
La "inferioridad fisiólogica" de la mujer ha sido y sigue siendo, abierta o encubiertamente, uno de los principios esenciales de la "antropología católica", causa y consecuencia a un tiempo del celibato obligatorio y de la prohibición del sacerdocio femenino. 
En una cosa coincidíamos con el Papa Juan Pablo II, quien reconoció un poco antes de fallecer, que la Iglesia no se va a renovar si no es con  los laicos y las laicas. Es indudable que la renovación de la Iglesia reside en gran parte en los laicos, como la renovación de las naciones reside en la sociedad civil. 
En la actual estructura pastoral no se ha integrado el papel de la mujer como tal. Falta mucho por hacer para atender satisfactoriamente las demandas femeninas al interior del catolicismo. 
El papel de la mujer debe integrarse más a la pastoral de los Derechos Humanos, porque mientras sociedades enteras en conjunto con los partidos políticos revisan a diario el rol de la mujer, la Iglesia Católica no debería permanecer  ajena a este derecho humano.
 Por supuesto que sí algunos cardenales, obispos, arzobispos, añoran las hogueras de la "Santa Inquisición", no podemos pedir que la mujer tenga las mismas obligaciones y potestades que los sacerdotes hombres.
Muchos jerarcas de la Iglesia Católica no han caído en la cuenta que el mundo cambia vertiginosamente y niegan, entre otras tantas cosas, el legítimo derecho de las mujeres de cumplir las funciones sacerdotales. 
 De SANTIAGO TRICANICO 
MONTEVIDEO URUGUAY 
Miembro de Profesionales Latinoamericanos contra el Abuso de Poder